Pubbl. Dom, 8 Mag 2016
España atrapada por la incertidumbre.
Modifica paginaLos resultados electorales del 20 de Diciembre determinaron para España una incertidumbre sobre la posibilidad de tener una legislación de cuatro años. Además, recorriendo el debate político, que fue el verdadero telón de fondo de las elecciones presidenciales, el artículo evidencia los defectos de la funcionalidad del sistema electoral español describiendo el escenario político español en plena fragmentación.
El 20 de Diciembre se tuvieron en España las elecciones presidenciales. Después de semanas de fuertes debates televisivos y una masiva campaña electoral entre cuatro candidatos, las urnas decretaron la ingobernabilidad del país. Esto demostró: que la fractura social, que apareció por la crisis de los últimos años, deberá esperar mucho tiempo todavía para sanarse y que las promesas hechas por los partidos tradicionalistas perdieron mucha credibilidad después de los escándalos de corrupción que afligieron las dos fuerzas políticas principales del país ibérico.
En estas elecciones jugaron cuatros grandes fuerzas políticas; además de los entrañables PP (Partido Popular), que estaba gobernando el país con Mariano Rajoy, y PSOE (Partido Socialista Obrero Español) con su nuevo representante, Pedro Sánchez, aparecieron, determinando el fin del bipolarismo español, dos nuevas desbordantes fuerzas, “Podemos” de Pablo Iglesias y “Ciudadanos” del joven catalán Albert Rivera.
Se llegó a las elecciones en un clima envenenado y el principal medio de comunicación fue el debate cara a cara acerca de temas, que ya resultaban ser críticos, como la desigualdad social la precariedad, el desempleo juvenil, el separatismo y una discutible ley electoral.
Las estrategias comunicativas resultaron fundamentales: el mismo presidente Rajoy rechazó varias invitaciones en debates televisivos viéndose sustituido sólo en una ocasión por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, la cual tuvo que defenderse de los ataques de corrupción hechos por el político Pedro Sánchez en la televisión pública RTVE. Cabe señalar que el gobierno de Mariano Rajoy a pesar de vivir momentos muy complicados logró cerrar su legislación con un crecimiento del 3% del PIB y confirmar el PP como primera fuerza política en España.
El principal antagonista de Rajoy, el socialista Sánchez definió al líder del PP incompetente y falso defendiendo a capa y espada el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero el verdadero rival de estas campañas electorales fue en realidad Pablo Iglesias. El líder de “Podemos” de hecho, si bien lleva consigo ideales populistas, que son características de los partidos conscientes de no poder gobernar y por eso puede prometer todo a sus electores; paró su atención en las propuestas y no en los ataques y demostró sangre fría durante los debates políticos. No se enemigó el PSOE y lo más importante fue que pareció más moderado de su antagonista socialista.
Sin lugar a dudas el verdadero ganador de las elecciones es Albert Rivera, que representa la novedad más absoluta en el panorama político europeo. Es un joven catalán, que conquistó credibilidad en Cataluña como opositor del independentista Artur Mas i Gavarró. Su programa político resultaba aparentemente concreto, preveía una reforma del trabajo, la institución del contrato único, la reforma de ley electoral, la lucha contra la corrupción, la simplificación administrativa, la reforma de la justicia y ningún tipo de independencia a sus compatriotas catalanes y mucha más Europa para España. Además las encuestas electorales, lo veían como segunda fuerza política del país arriba del PSOE. Lo malo fue que a pesar del óptimo trabajo hecho por su equipo durante la campaña electoral, el líder apareció demasiado nervioso y ansioso durante los debates televisivos a la hora de recordar a los españoles lo que habían hecho los partidos anteriores y esto resultó ser un elemento fundamental que le jugó en contra.
La afluencia de votantes a las elecciones fue bastante notable. El 73,2% de los españoles fue a votar, más del 6,2% del 2011. El primer partido del país queda el PP con el 28,72% de los votos y con 123 diputados sobre los 350 del Congreso español (perdió el 33,6% de los votos y 63 diputados). El segundo partido es el PSOE con el 22,01% y 90 diputados (pierde el 21% de los votos y 20 diputados). “Podemos” gana el 20,66% de los votos con 69 diputados mientras que “Ciudadanos” obtiene el 13,93% con 40 diputados.
Si estas elecciones se pueden considerar sibilinas para el futuro de la legislación, por el simple hecho de no haber definido la mayoría, pusieron en claro ciertas cuestiones, que el nuevo gobierno estará obligado a enfrentarse. La profunda injusticia e ineficiencia de la ley electoral será un tema muy importante para formar un nuevo gobierno.
“Podemos” y “Ciudadanos” ya están de acuerdo para cambiar el actual sistema proporcional D’Hont, que asigna dos diputados por cada comunidad autónoma y uno a las comunidades autónomas de Ceuta y Melilla, y las restantes 248 sillas electorales está distribuidas proporcionalmente a la población. Este sistema puede ser realmente representativo sólo en las grandes comunidades autónomas, y favorece los grandes partidos, que resultan ser más influyentes en las comunidades pequeñas. Hoy en día un ciudadano español, especialmente si no vive en una comunidad autónoma grande, riesga no ver su voto expresado en el Parlamento.
De todas estas elecciones lo único que se sabe es que el Presidente Rajoy no tendrá vida fácil a la hora de formar el nuevo gobierno. Él único partido que dio indicaciones puntuales sobre su acción es “Ciudadanos”, que ya declaró no votar para ningún gobierno de minoría excepto el de “Podemos”, que prometió el referéndum a los independentistas catalanes y que mostró interés por intentar acercarse tanto al partido de Rajoy como a los socialistas. Por lo que se declaró el PSOE no tiene pensando formar un gobierno de unidad popular como pasó en Alemania e Italia, aunque podría ser la solución más deseable y plausible hasta ahora, por lo menos para poder tener una legislación que puede definir unas reglas electorales ampliamente compartidas.
El País mira hacia Italia y la alaba por el simple hecho de encontrar, a pesar de su continua ingobernabilidad, raros equilibrios políticos, que ellos llaman “maquiavélicos”, olvidándose que ninguna legislación en la historia italiana quedó los cinco años previstos y que las coaliciones llevaron a cabo el inmovilismo de las reformas, que sólo en este último gobierno parece haberse atenuado. Por último no puedo que esperar que España no sea realmente envidiosa de la situación italiana y que pronto pueda encontrar la fórmula justa para la gobernabilidad.